sábado, 19 de noviembre de 2016

La Revolución en Guadalupe, Zac.



  La Revolución en Guadalupe, Zac. 

    Por Bernardo del Hoyo Calzada.

        Informe al Muy Ilustre Ayuntamiento de Guadalupe, Zac. Por Bernardo del Hoyo Calzada.
Periódico “Revista de Zacatecas”. Semanario de información. Zacatecas, Domingo 22 de Junio de 1913. Época 1°.Num. 112. (29 de Mayo de 2014).

La entrada de las tropas federales a la Plaza de Zacatecas.

       Tuvo como preludio un combate en los alrededores de la Villa de Guadalupe.- Detalles del combate.- Entrada triunfal de las tropas a la ciudad.
       Desde los primeros momentos en que esta capital fue en poder de los rebeldes al mando de Natera, comenzó a circular en todos los corrillos que, comentando los deplorables acontecimientos que se desarrollaron los días 5 y 6, se formaban en las calles, la especie de que estaba por llegar una fuerte columna federal a recuperar la plaza.
     La carencia de vías de comunicación hizo que esta noticia circulara sin visos de certidumbre, pues aunque se deseaba ardientemente que llegaran las fuerzas federales, nada se sabía en firme.
      Desde el viernes 13 la especie se hizo más insistente, así como el sábado y el domingo, no sabiéndose en definitiva nada de cierto hasta que las tropas estuvieron cerca de Guadalupe.
    Muchas personas ese mismo día no sabían absolutamente nada y fue así como ignoraban que en la tarde del domingo se libraba en las goteras de la Villa un combate reñido.
El Combate.
   Una casualidad primero y la deferencia del Sr. Teniente Coronel Antonio Delgadillo, Jefe del Estado Mayor de la columna del Gral. José Delgado, nos permiten dar un detalle aproximado del combate habido en las goteras de Guadalupe.
    Uno de nuestros redactores, teniendo que ir el domingo último a la Villa al arreglo de algunos asuntos, tomo el tren que sale de esta ciudad a las 12 del día, ignorante de la proximidad de las fuerzas federales. El pequeño viaje se hizo sin ningún contratiempo, y grande fue la sorpresa de todos los numerosos pasajeros que en ese tren viajaban, cuando al entrar en la curva que hay en la Hacienda de Begoña, se presentaron a su vista los primeros federales. Era este un pequeño grupo de ellos, entre los cuales vimos al Sr. Mayor Moreno, jefe militar muy conocido en esta ciudad en donde goza de generales simpatías.
      Posteriormente supimos que el grupo de federales mencionados, acababa de ejecutar a un rebelde hacho prisionero en las calles de la Villa momentos antes.
   Pocos momentos después y desembocando por las calles del Refugio, se vio avanzar un numeroso grupo de soldados federales pertenecientes al Batallón Guerrero, que ocupando las dos aceras de las calles, se dirigía con rumbo a la calle de San Antonio continuando de las del Refugio. Tras de los soldados del Guerrero, venía otro grupo numeroso de tropas perteneciente al 9° Regimiento.
    Todo el trayecto recorrido por los soldados, dentro de la población, fue para estos un triunfo; pues fueron ruidosamente ovacionados por los numerosos vecinos que presenciaban este desfile, en tanto que los aguerridos federales con una sonrisa o con una palabra, agradecían estas muestras de simpatía.
   Pocos momentos después, llegaban a la Villa todos los rumores característicos de un combate reñidísimo, que media hora después se resolvería en un triunfo para los federales.
    El combate se desarrolló dela siguiente manera:
 El convoy militar compuesto de siete trenes, tuvo que suspender su marcha de avance, en la Estación de San Gerónimo, debido a que el puente que se encuentra en aquella Estación, estaba quemado. Los rebeldes, posesionados de los cerros conocidos con el nombre de San Ramón, La Virgen, y el Muerto, comenzaron a tirotear a los trenes, pero como el único elemento de guerra de que disponen sus rifles mausser  y muchos de otras marcas malas, el efecto de sus tiros era nulo, no haciéndose caso de este ataque y continuando la marcha hacia adelante después de reparado el puente. Mientras tanto, la caballería que seguía la marcha del tren por el camino carretero,  tomaba el derrotero del Mezquital, con objeto de desalojar a los rebeldes de las posiciones que tenían por el rumbo de la mina de la Cantera. Más adelante, el convoy fue nuevamente tiroteado y como la posición de los trenes en vista del avance efectuado era más cercana, el fuego de los rebeldes era más efectivo también. Entonces con el cañón conocido con el nombre de “El Niño”, se les hizo un disparo que bastó para desalojarlos momentáneamente de las posiciones de los cerros. Siguió el avance de los trenes, continuando el ataque de los rebeldes y haciéndose otra descarga de cañón que los desalojó nuevamente. Entonces se destacó un grupo de soldados pertenecientes al Batallón de ferrocarrileros que avanzó por la falda del cerro, tratando de posesionarse de la cumbre del de la Virgen, protegiéndose este avance con una descarga de cañón hacha con “El Niño.” Mientras tanto los ferrocarrileros pudieron alcanzar la cumbre de los cerros, siendo pocas las descargas que tuvieron que hacer para desalojar y dispersar completamente a los rebeldes. La impresión que en la Villa causó el disparo último de artillería y que fue el más cercano, fue parecida a la que se debe de experimentar al oírse cerrar de un golpe todas las puertas de las casas y quebrarse todos los vidrios de las ventanas.
    Momentos antes de este movimiento de los ferrocarrileros, el combate por el rumbo de la Cantera fue muy reñido y puede asegurarse que por el nutrido del tiroteo, que en el ataque a esta ciudad no llegó a ser igual en ningún momento. La infantería protegida por el fuego de las ametralladoras y la caballería flanqueando las posiciones de los rebeldes, hicieron que en un momento, poco más o menos veinticinco minutos, se resolviera en un triunfo para las tropas federales, no escuchándose ya ninguna detonación.
El regreso de las tropas a la Villa.
   Los ferrocarrileros, después de haber desalojado a los rebeldes de sus posiciones, se incorporaron desde luego a la columna. Los soldados del Batallón Guerrero y los del 9° Regimiento que entraron por las principales calles de la Villa, fueron de nuevo objeto de manifestaciones de simpatía, viéndose por todas partes a los soldados recibiendo de manos de los vecinos, entre ellos a las pollas más bonitas que encierra el pueblito, cigarros, pan, leche y agua que tomaban con la satisfacción y el gusto natural, después de un descanso tan necesario como merecido.
Las bajas.
    Respecto de las bajas que de una y otra parte hubo en este combate, se puede decir que la peor parte la llevaron los rebeldes pues, los federales solo tuvieron dos muertos y cinco heridos, teniendo los rebeldes numerosas bajas que realmente no se pueden calcular, pudiendo decir solamente que fueron muchos los objetos que se les recogieron, entre ellos, rifles, chaparreras, espuelas, sombreros y más de 25 caballos; además se les recogió uno de los cañones que de esta ciudad se llevaron.
La noticia en esta ciudad.
      Puede decirse que hasta que se vio a los rebeldes pasar por los lomeríos que circundan a la ciudad y por algunas calles, en desaforara carrera, se supuso la mayoría de la población la proximidad de los federales, aparte de que el ultimo cañonazo fue oído por algunas personas que se supusieron la presencia cercana de ellos.
     Era grande el regocijo que se notaba en los rostros de todos y todo se volvía comentarios. Con motivo de que la ciudad cuando menos por esa noche quedaba sin resguardo, pues mal que bien los rebeldes en cuanto pudieron, mantuvieron el orden, se formó una policía que vigiló la ciudad toda la noche.
Al día siguiente.
    El día amaneció hermoso. Por todas las calles circulaba la multitud ansiosa de presenciar la entrada de las tropas federales. En la estación se había congregado una gran muchedumbre en la creencia que la columna haría su entrada por la vía del ferrocarril, pero a las ocho de la mañana por la calle de Arriba, se vio entrar a las avanzadas de la columna con el Mayor Moreno al frente. Seguían después el Batallón Guerrero, el Batallón de Ferrocarrileros, cuatro automóviles de la columna viniendo en el primero el señor General Delgado con su Estado Mayor y el señor General Brigadier Emilio E. Campa, que tanto se distinguió en la campaña del Norte  en contra del Gobierno de Madero. En los restantes venían los oficiales del Estado Mayor y principales de la columna así como también una brigada de la Cruz Blanca, entre cuyos miembros vienen nuestros paisanos José Castro, Joel Luévano y Dr. Jesús Arroyo, todos alumnos de la Escuela Nacional de Medicina.
   Seguían después las secciones las secciones de artillería y ametralladoras, y por último, el 9° Regimiento.
    Todas las calles que recorrió la columna estaban henchidas de gente, presentando igual aspecto los balcones de las casas, partiendo de todas partes nutridos aplausos y vivas a los federales arrojándoles flores a su paso.
    La columna así formada recorrió las calles de arriba, Avenida González Ortega, Mercado y Plaza de Armas, tomando después los distintos grupos de que está formada, los rumbos de los cuarteles que hay en la ciudad, en donde tomaron alojamiento.
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Del periódico “Libertad”, diario independiente, político y de información. Núm. 31 Zac., martes 16 de junio de 1914. Director, Salvador Gándara.
Más de 2,500 Muertos Tuvieron los Traidores En El Asalto a la Heroica Plaza de Zac.
    El Número de Heridos es incalculable, -- Todos los Días se Recogen en las que Fueron sus Posiciones, Grandes cantidades de Pertrechos de Guerra. -- Solamente en uno de los Ataques Murieron Seiscientos Bandidos.
    El comportamiento de la Tropa, Siempre Abnegada, y de la Oficialidad, ha Fijado un Precedente de Bravura y Valentía.
     En su precipitada fuga, no se detuvieron ni en la Plaza de Fresnillo. – Los traidores del Norte confiesan su vergonzosa derrota.- El feroz cabecilla Tomas Urbina fue sepultado en la Plaza de Guadalupe.
       A pesar de nuestra promesa que a los queridos lectores de “Libertad” hicimos ayer de dar hoy una reseña completa de todo lo acontecido en la plaza de Zacatecas durante los ocho días de rudos combates, no vamos a poder complacer a nuestro público sino en parte, pues si bien se sabe ya, poco más o menos cuales fueron los principales acontecimientos, en cambio no se tiene todavía las partes oficiales de cada jefe, correspondiente a su retén, únicos que pueden alejar de nuestra información cualquier falsedad involuntaria en que podamos incurrir. Pero a pesar de todo, nuestros reporteros estuvieron requiriendo ayer y hoy en la mañana de todos los sectores y puestos avanzados, los siguientes combates.
La toma de Guadalupe.
      A las seis y media de la mañana del día 10 de los corrientes, las avanzadas del cuartel del 90° Regimiento, que hacía pocos días se había  instalado en el cercano pueblo de Guadalupe, dieron cuenta al Jefe de la guarnición de que por el rumbo de Rio Tinto se habían avistado una gran cantidad de individuos, que luego fueron identificados por rebeldes carrancistas, al hacer una descarga cerrada sobre las avanzadas.  El Coronel Soberanes, valiente Jefe del citado cuerpo, con mucha calma comunicó a este Cuartel General la novedad que su guarnición tenia, ofreciendo batir desde luego a los alzados. Pero apenas había comunicado esto a la Superioridad cuando una lluvia de balas de los forajidos hicieron saber que el grueso de los rebeldes se hallaba a las puertas de Guadalupe.
     La guarnición con que contaba el 90°, si bien no era numerosa, resistió con todo denuedo los ataques de los alzados rechazándolos constantemente, ya no solo por el rumbo de Rio Tinto, sino sobre todos los que circundan la ciudad y bien pronto pudo apreciarse que cuatro a cinco mil facinerosos perfectamente armados y pertrechados trataban de copar la reducida guarnición del 90° Regimiento.
    El cuartel General ordeno que inmediatamente salieran fuerzas a batir al enemigo, protegiendo con la artillería de la Bufa la defensa de estas, pero de todos modos, ante la furia de cinco mil bandidos, los valerosos soldados del 90 se reconcentraron a esta ciudad, debidamente protegidos por la artillería del tren explorador, al mando del Teniente Coronel Romero, de los cañones de la Bufa y del puesto avanzado de Bolsas. A la oportuna intervención de la artillería se debió que la gente que guarnecía Guadalupe no sufriera el rigor de las balas enemigas, y al fin entraron al poblado haciendo, como de costumbre, toda clase de fechorías y horribles atentados. Al evacuar el Coronel Soberanes esa plaza, invito a las familias que quisieran reconcentrarse a Zacatecas, en previsión de los salvajes crímenes de los “constitucionalistas” cometen siempre, y algunas de ellas aceptaron salir con la heroica guarnición.
La Bufa defendida como fue, resuelta inexpugnable.
     Obra de titanes seria en estos momentos poder señalar con exactitud la hora y efecto de cada uno de los ataques que se sufrieron en los retenes y puestos avanzados, y así, como ya lo dijimos al principio, vamos a relatar sucintamente lo que sabemos hasta ahora, y después rectificaremos o ratificaremos, amplio también.
     La Bufa, como el cerro del Grillo, fueron las principales posiciones atacadas, como que ellas han sido justamente consideradas las llaves de la ciudad, y a ellas dirigían sus más tremendos asaltos los rebeldes.  
    Desde el día diez se acercaron  a estas posiciones verdaderos hormigueros de alzados y con una furia sin igual atacaron por los rumbos todos que ellos creyeron más débiles. Si en la Bufa no pasó, como en las Termopilas, que se nublara el cielo por los millones de flechas arrojados por los combatientes, si estuvo a punto de nublarse de balas. Tal fue la furia infernal con que se combatió en la ciudad animaba a las huestes de criminales.
     Pero si bien es cierto que como olas humanas se acercaban a las posiciones los enemigos, también lo es que el pudoroso y valiente Coronel Altamirano, hábilmente secundado por el notable artillero, el Mayor Flores, por su digno compañero el Teniente Alejandro Chavarría, y por otros muchos valientes oficiales, gloria de nuestro ejército, cuyos nombres hemos de publicar oportunamente, rechazaron siempre a los bandidos, haciéndoles una cantidad de muertos enorme.
Más de mil muertos hechos por los defensores de la Bufa.
         No es aventurado asegurar, y así lo aseguramos, que solo la defensa de la Bufa causo al enemigo más de mil bajas entre muertos y heridos que a estas fechas se hallan ya en estado de putrefacción. Los federales que se acercaron temerariamente a las posiciones contrarias, pudieron apercibirse de los efectos de los efectos de nuestras balas, pues el campo estaba totalmente cubierto de cadáveres que estorbaban a los atacantes en sus evoluciones ya pesar de los esfuerzos que hicieron para llevarlos consigo, solo lograron conducir una pequeña cantidad de heridos. – pequeña si se tiene en cuenta que la mayoría quedó en el campo, soportando el mortífero fuego de nuestras posiciones.
      En estos ataques a las posiciones de la Bufa toco en suerte dejar fuera de combate a los cabecillas Pedro Caloca, Martín Triana y Tomas Urbina, cuyos funerales se efectuaron suntuosamente en la cercana población de Guadalupe, según confesión de ellos mismos y conforme al testimonio irrefutable de honorables personas de la localidad.
       La muerte de Tomas Urbina, al decir del dueño de la botica donde se le llevó, no fue inmediata, pues en ella se le hizo una ligera curación, que de nada sirvió para salvar a ese feroz cabecilla.
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El informe de León Canova.  
      Robert E. Quirk en su libro “Como se salvó Eduardo Iturbe”, publicado en el año 2012, nos dice sobre cierta correspondencia que León Canova, le mando al Departamento de Estado de Washington, y nos lo dice de la siguiente manera: “… un día en que, estudiando la convención revolucionaria de Aguascalientes, encontré, entre los papeles particulares de don Roque González Garza, una carta que le escribió León Canova, agente especial del Departamento de Estado Norteamericano en México, con fecha 25 de enero de 1915, en ella le cuenta a su modo, el papel que ha desempeñado en la rápida y secreta evasión de Eduardo Iturbide, de México a los Estados Unidos a través del Ro Bravo, etc., y continua más adelante: Interesado por la personalidad de Canova, decidí estudiar a este personaje, y aproveche para ello la temporada de trabajo que pase en Washington en el verano de 1954. Me puse a examinar los papeles del Departamento de Estado que se guardan en el Archivo de la Nación (The National Archives), y me encontré con gran cantidad de informes enviados al Departamento de Estado por Canova y por otros agentes de gobierno norteamericano, etc.”[1]
        Por los años de 1914 era embajador de los Estados Unidos en México el tristemente célebre Henry Lane Wilson, y Presidente Willian Howard Taft,[2] Y  el secretario de Estado Willian Jenning Bryan. Bajo la categoría de agentes ejecutivos especiales en México, se acostumbraban aquellas personas cuya misión requería su permanencia en el país durante periodos considerables de tiempo. Así, George C. Corothers, León J. Canova, John P. Silliman y John W. Beit, fueron agentes especiales durante la administración Wilsoniana. Otros agentes importantes en México durante los años críticos 1913 – 1915 fueron: Willian Boyard Hale, Reginaldo del Valle, John Lind, James Keys, Paul Fuller, H. L. Hall, y Duval West.[3]                
       En abril de 2007 llego a Zacatecas el historiador Adolfo Gilly (Adolfo Atilio Malvagni Gilly) (n. Buenos Aires, Argentina, 1928, naturalizado mexicano en 1982) es un Profesor de Historia y ciencia política de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UINAM. Colabora para el periódico de La Jornada, sobre el tema de la globalización y el movimiento zapatista de Chiapas. El Dr. Gilly ha escrito numerosos libros sobre la historia y la política de México y Latinoamérica.
Actualmente vive en Coyoacán, Ciudad de México. En 1994 obtuvo su doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM bajo la dirección del Dr. Octavio Rodríguez Araujo. Su tesis de doctorado fue terminada en 1993 y lleva el título de "El cardenismo: Una utopía mexicana". Al año siguiente el Dr. Gilly publicó su tesis de doctorado bajo el mismo nombre. Ha sido profesor visitante en varias universidades de los Estados Unidos incluyendo University of California, Berkeley, Stanford University, Univesrity of Chicago, University of Maryland, Columbia University,  y Yale University.
      Y reportándose en el Archivo Histórico del Estado de Zacatecas, al cual fue a consultar sobre la Batalla de Zacatecas, le dio al entonces Director del Archivo Histórico, el Lic. Juan Valenciano Rojas, una información que se publicó en el Pregonero en tres partes,[4] y  Juan Valenciano Rojas  me dio copia del Informe que dice así:  
“Zacatecas- Informe de León Canova al Departament of State. (Las partes entre corchetes en verde corresponden a corchetes marcados a pluma por el funcionario lector del informe en el Departamento de Estado. Para explicación de su posible sentido, ver al final el escueto comentario del Secretario Bryan).  Traducido por: Adolfo Gilly. Zacatecas, México, 4 de agosto de 1914. Honorable  Willian Jenning Bryan. Secretario de Estado. Washington, D. C.” 
      En el pregonero sacaron esta nota que agradece la gentileza del doctor Adolfo Gilly, destacado historiador mexicano, por haberle proporcionado el informe que hace León Canova al Departamento de los Estados Unidos de Norteamérica, acerca de la Toma de Zacatecas, recientemente desclasificado en los archivos de seguridad nacional de Washington, recuperado en su versión original y trascrito por el mismo doctor Gilly y hasta ahora inédito.
      En el informe completo se tienen varios artículos: El primer ataque sobre Zacatecas, El segundo ataque sobre Zacatecas, Zacatecas tomada, Infierno a plena luz, La mañana después, La voladura del Palacio Federal, Una espléndida victoria prostituida, Despojo total de propiedad, Miguel Macedo, El general Tomas Domínguez, y La devoción religiosa en dificultades.  
El primer ataque sobre Zacatecas.
      El viernes 10 de junio, a eso del mediodía, las fuerzas del general Natera iniciaron el ataque sobre la ciudad de Zacatecas, sobre la cual durante varios días venían avanzando y tomando las guarniciones federales de los pueblos al norte de la ciudad. El ataque comenzó desde el Norte, del lado de Veta Grande; desde el Este, del lado de San Martin; y desde el sur, el lado de Guadalupe. Los constitucionalistas capturaron Guadalupe después de algunas horas de combate, y las fuerzas federales huyeron desde ese pequeño pueblo a Zacatecas, llevando consigo los tranvías y trasportes cargados de muertos y heridos. Llegaron a Zacatecas a eso de las 2 pm, y a esas horas los enfermeros de la Cruz Roja estaban muy ocupados trasladando los heridos de os cerros fortificados. La Bufa y el Grillo. Desde esta hora hasta las 5 pm el rugido del cañón fue incesante, y  los disparos de mausser como si fuera un continuo desgarrarse    
      De ropas, mientras la ciudad se agazapaba en el valle tras una lluvia de balas. Durante esa tarde cierta cantidad de no combatientes murieron en las calles. A las 5 pm la infantería federal desmontó a los cañones constitucionalistas, que habían sido colocados en el cerro de la mina San Martin, al este. Durante la tarde varias granadas constitucionalistas cayeron en la ciudad sembrando confusión y matando varias personas.
      Entre las 4 y las 7 hubo algunos severos combates en la altura conocida como El Refugio, al oeste de la ciudad, justo detrás de la estación de ferrocarril, y en varias ocasiones las fuerzas atacantes llegaron muy cerca, pero cada vez fueron rechazadas con pesadas pérdidas.
      Durante toda la noche del miércoles las fuerzas federales fueron amenazadas desde todos los puntos del círculo, con la evidente idea de no darles ocasión de descansar y de agotar sus municiones.
   El jueves a la mañana, 11 de junio, se reanudó la lucha con vigor y  los constitucionalistas capturaron el cerro de Santa Clara casi al mediodía, con fuertes pérdidas en ambos bandos. Santa Clara  esta al noreste de la Bufa, y unas dos millas al este del Grillo. Durante la tarde el personal de la Cruz Blanca, que trabajaba en el socorro de los heridos y los llevaba a lugares seguros, fue balaceado tan insistentemente por los constitucionalistas que tuvieron que limitar sus operaciones. Hicieron dos intentos de bajar a la hacienda de la Florida, con bandera blanca, para traer algunos heridos de ese lugar, que está a una media milla de Guadalupe. Cada vez tuvieron que retroceder por el fuego constitucionalista, y más tarde, durante una pausa en el combate, el Doctor F. W. Traube, un médico estadunidense, arriesgando la vida salió hasta la Florida en su carro y trajo algunos de los heridos.
   Esa noche se soltó el pandemonio alrededor de las 9.30, cuando la oscuridad de la noche fue iluminada por los incesantes fogonazos del cañón y el fuego de más de diez mil máuser. El ruido era ensordecedor, mientras las suaves brisas nocturnas llevaban nubes del ácido humo al valle en el cual anida la ciudad. El gran faro buscador sobre la Bufa mantuvo su brillante ojo único barriendo el campo, señalando a las fuerzas constitucionalistas que avanzaban, sobre las cuales se centraba de inmediato todo el fuego federal. Las pérdidas de Natera esa noche, en el ataque que mantuvo hasta las 3 am, fueron terribles, mientras los federales pagaron un fuerte tributo de muertos. Como los constitucionalistas llegaron a escalar esas alturas, ante el fuego que los barría, es realmente maravilloso y es un alto tributo a su valor.
   La mañana del viernes mostro a las laderas como una morgue al aire libre, donde los cadáveres estaban desparramados en profusión y en pilas. Esa mañana se inició con una brillante promesa para los defensores de la ciudad, dadas las noticias de que las fuerzas del general Argumedo, unos 2,000 hombres, habían llegado a Soledad, a unas 35 millas de distancia, y se apresuran para unirse con las del general Vivanco, de unos 750 hombres, que estaban en Ojocaliente, a unas 17 millas al sur de aquí, y mitad de camino de soledad. La idea de estas fuerzas era llegar a Guadalupe por sorpresa y flanquear a los constitucionalistas.
    El general Trinidad Cervantes de las fuerzas constitucionalistas, corrieron hacia Palmira, una estación de Ferrocarril unas 17 millas al sur, para interceptar a Argumedo. Pero este, yéndose hacia Ojocaliente, a unas 8 millas al este de Palmira, aludió a cervantes.
    El sábado 13 de junio los combates no fueron tan terribles, pero cuando cayeron las sombras de la noche, se renovaron con desesperada determinación por parte de Natera, y lo único que mantuvo la moral de los federales fue el saber que nuevos refuerzos se precipitaban hacia ellos. Una fuerte tormenta pluvial había ocurrido al anochecer y espesos bancos de nubes negras hacían que esa noche fuera excepcionalmente obscura. Durante la noche las fuerzas atacantes pasaron entre los puntos fortificados al oeste y llegaron a la estación de ferrocarril, donde hubo combate cuerpo a cuerpo, como también sucedió en varios otros puntos en esa parte de la ciudad. Los federales combatieron con valor y barriendo a los invasores de las calles. Cantidad de simpatizantes constitucionalista dispararon como francotiradores desde los techos de las casas, pero los federales rápidamente detuvieron esta acción ejecutando sumariamente a los culpables. En una casa capturaron a cinco hombres y una mujer – prácticamente una niña-, todos ellos atareados en derribar federales, y los seis fueron fusilados de inmediato.
      El domingo a la mañana el general Median Barrón, al mando de las fuerzas federales, estaba contento pues había resistido a los ataques más perversos y esperaba que Argumedo y Vivanco llegaran a Guadalupe hacia la 1 pm. Tenía una gran columna de caballería preparada para sumarse a estas fuerzas si fuese necesario, pero no fue utilizada. Cuando Argumedo y Vivanco entraron a Guadalupe, vestido exactamente igual que las fuerzas de Natera, estos creyeron que eran sus propias fuerzas, y cuando se lanzó el “Quien vive”, ellos contestaron “Natera”, y entonces estallo el zafarrancho en Guadalupe. Los constitucionalistas fueron dispersados como conejos, tomados completamente por sorpresa. El mismo Natera estaba en Guadalupe y voló de allí como hojarasca llevada por el viento. Los cadáveres de hombres de Natera quedaron desparramados por las calles y caminos que salen de Guadalupe. Caballos, municiones y alrededor de veinte prisioneros llegaron a Zacatecas alrededor de las 5 pm. Entretanto, sin embargo, simultáneamente con la llegada a Guadalupe de Argumedo y Vivanco, una columna de federales avanzo contra los constitucionalistas en San Martin, obligándolos a retirarse, cuando la artillería de El Grillo y La Bufa abrió fuego sobre ellos, y  los puso en desbande completo escurriéndose por los cerros hacia el norte.
 Las campanas de las iglesias sonaron, la ciudad se entregó al festejo y  las bandas empezaron a tocar. La tensión había pasado.    
La estimación de las bajas fue de 400 muertos y unos 800 heridos, mientras se estima que las pérdidas de Natera fueron de unos 1,500 muertos.
 La defensa de Zacatecas conto con alrededor de 7,000 hombres, ayudados por los 2,750 bajo Argumedo y Vivanco, mientras se dice que Natera tenía solo unos 6,000 hombres.
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Lo que nos dice Manuel Martínez y García:
     Como preliminar de esta “batalla” se debe tener el asalto intentado por las fuerzas de la llamada “División del Centro” al mando del jefe rebelde Pánfilo Natera, la cual el dia 14 de junio fue completamente envuelta y derrotada en la Villa de Guadalupe por las irregulares al mando de los Generales Argumedo, Salazar y Caraveo. La acción no paso de una escaramuza sangrienta en la que los rebeldes abandonaron impedimenta, prisioneros y pertrechos después de intentar una resistencia que no se compadecía con la fama de invencibles de que el vulgo los había adornado”.[5]
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Felipe Ángeles.
Descripción tomada del Diario del Gral. Felipe Ángeles.
Día 24 de junio.[6]
       A la mañana siguiente, entramos en Zacatecas, visitando el campo de batalla por el lado de la Bufa, en verdaderos nidos de águilas se había hecho fuerte el enemigo.
   Pocos muertos había por ahí, pero casi todos, estaban atrozmente heridos y sus actitudes revelaban una agonía dolorosa.
     Buscamos como botín, los útiles de zapa y el material y municiones de artillería.
Con vigilantes, asegurábamos la posesión de las cosas que íbamos hallando, mientras mandábamos tropas a recogerlas.
Dentro de la ciudad había muchos más muertos con las heridas invariablemente en la cabeza.
La acumulación de nuestros soldados hacía por todas partes intransitables las calles de la ciudad. Los escombros de la Jefatura de Armas, obstruían las calles circunvecinas. Según decían en la ciudad, familias enteras perecieron en el derrumbe de ese edificio, hacho por los federales, no sé con qué propósito.
Tanta era la tropa, que Cervantes no pudo encontrar alojamiento para a artillería y decidí ir a buscarlo en la dirección de Aguascalientes, en Guadalupe o más allá, cerca de la laguna de Pedernillo (Pedernalillo), cuyo espejo vimos desde que por primera vez subimos al cerro alto de Vetagrande.
¡¡ Oh, el camino de Zacatecas a Guadalupe!!
Una ternura infinita me oprimía el corazón. Lo que la víspera me causo tanto regocijo, como indicio inequívoco de triunfo, ahora me conmovía hondamente.
Los siete kilómetros de carretera entre Zacatecas y Guadalupe y las regiones próximas, de uno y otro lado de esa carretera, estaban llenas de cadáveres, al grado de imposibilitar al principio el tránsito de carruajes. Los cadáveres allí tendidos eran, por lo menos, los ocho decimos de los federales muertos el día anterior en todo el campo de batalla.
Los caballos muertos ya no tenían monturas, ni bridas, y los soldados, ni armas, ni tocado, ni calzado, y muchos, ni aun ropa exterior.
Por la calidad de prendas interiores del vestido, muchos de los muertos revelaban haber sido oficiales.
Gracias a la fría temperatura de zacatecas, los cadáveres aun no apestaban, y se podían observar sin repugnancia.
Todos los caballos estaban inflados por los gases, con los remos rígidos y separados. En los soldados, aunque ya habían sido movidos al despojarlos de sus zapatos y ropa exterior, había infinidad de actitudes y de expresiones, quienes habían muerto plácidamente y solo parecían dormir; quienes guardaban actitud desesperada y la mueca del dolor y del espanto.
¡Y pensar que la mayor parte de esos muertos fueron recogidos de leva por ser enemigos de Huerta y por consiguiente amigos nuestros! ¡Y pensar que algunos de ellos eran mis amigos, que la inercia del rebaño mantuvo del lado de la injusticia!
En Guadalupe, (como en Zacatecas), los vecinos estaban amedrentados. ¿Sus propiedades serian respetadas? Está bien: decían: que aprovechen los soldados lo que tengo, para eso es, pero que respeten mi vida, la de mi esposa y la de mis hijos.
Una señora en un parto prematuro, había muerto de espanto.
Y todos pedían salvo – conductos, y todos se disputaban el honor de invitar a comer a los jefes principales, para que tuvieran garantías. La guerra, para nosotros los oficiales llena de encantos, producía infinidad de penas y desgracias, paro cada quien debe verla según su oficio. Lo que para unos es una calamidad, para los otros es un arte grandioso.
En la mina de la Fe me aloje con el Estado Mayor, la tropa quedó en Guadalupe.
Muy agradecidos quedamos de la hospitalidad bien dispuesta que nos dieron los señores Noble.
Guadalupe, Zac., 29 de Mayo de 2014.


[1] Quirk, Robert E., “Como se salvó Iturbe”, Año 2012, pág. 40. También publico: “La revolución mexicana 1914-1915, La convención de Aguascalientes, editorial: Azteca, Primera edición 1962.
[2] Hoyo, Eugenio del, Historia de México, conversaciones con don Eugenio del Hoyo. Presentación Guillermo Zambrano. Primera reimpresión 2004.  Pág. 360. Woodrow Wilson era  Presidente de los Estados Unidos,  en el año de la Batalla de Zacatecas en 1914.
[3] Strauss Neuman, Martha, “La misión confidencial de John Lind en México. UNAM. 2006. Pág. 1.
[4] El Pregonero de la Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas. Órgano de difusión del Archivo Histórico del Estado. Segunda época, año 4, Zacatecas. México, marzo de 2007, Núm. 24. Primera parte. Abril de 2007, Núm. 25. Segunda parte. Mayo del 2007, Núm. 26. Tercera parte.  “La Toma de Zacatecas”. Zacatecas.

[5] Martínez y García, Manuel. Reminiscencias Históricas Zacatecanas. La Batalla de Zacatecas. Segunda edición.  Tipografía Literaria.- Zacatecas, Mex. 1922. Pág. 7.  
[6] Batalla de Zacatecas, LXXV. 1914 – 1989. Versiones sobre la Batalla de Zacatecas. Publicaciones del H. Ayuntamiento 1989 – 1992.Dirigido y Glosado por: Prof. Roberto Ramos Dávila. Págs. 68 – 70.






 El General Francisco Villa en Guadalupe, Zac.







































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