La Revolución en Guadalupe, Zac.
Por Bernardo del Hoyo Calzada.
Informe
al Muy Ilustre Ayuntamiento de Guadalupe, Zac. Por Bernardo del Hoyo Calzada.
Periódico “Revista de Zacatecas”.
Semanario de información. Zacatecas, Domingo 22 de Junio de 1913. Época 1°.Num.
112. (29 de Mayo de 2014).
La entrada de las tropas federales a la Plaza de Zacatecas.
Tuvo como preludio un combate en los
alrededores de la Villa de Guadalupe.- Detalles del combate.- Entrada triunfal
de las tropas a la ciudad.
Desde los primeros momentos en que esta
capital fue en poder de los rebeldes al mando de Natera, comenzó a circular en
todos los corrillos que, comentando los deplorables acontecimientos que se
desarrollaron los días 5 y 6, se formaban en las calles, la especie de que
estaba por llegar una fuerte columna federal a recuperar la plaza.
La carencia de vías de comunicación hizo
que esta noticia circulara sin visos de certidumbre, pues aunque se deseaba
ardientemente que llegaran las fuerzas federales, nada se sabía en firme.
Desde el viernes 13 la especie se hizo
más insistente, así como el sábado y el domingo, no sabiéndose en definitiva
nada de cierto hasta que las tropas estuvieron cerca de Guadalupe.
Muchas personas ese mismo día no sabían absolutamente
nada y fue así como ignoraban que en la tarde del domingo se libraba en las
goteras de la Villa un combate reñido.
El Combate.
Una casualidad primero y la deferencia del Sr. Teniente Coronel Antonio
Delgadillo, Jefe del Estado Mayor de la columna del Gral. José Delgado, nos
permiten dar un detalle aproximado del combate habido en las goteras de
Guadalupe.
Uno de nuestros redactores, teniendo que ir
el domingo último a la Villa al arreglo de algunos asuntos, tomo el tren que
sale de esta ciudad a las 12 del día, ignorante de la proximidad de las fuerzas
federales. El pequeño viaje se hizo sin ningún contratiempo, y grande fue la
sorpresa de todos los numerosos pasajeros que en ese tren viajaban, cuando al
entrar en la curva que hay en la Hacienda de Begoña, se presentaron a su vista
los primeros federales. Era este un pequeño grupo de ellos, entre los cuales
vimos al Sr. Mayor Moreno, jefe militar muy conocido en esta ciudad en donde
goza de generales simpatías.
Posteriormente supimos que el grupo de
federales mencionados, acababa de ejecutar a un rebelde hacho prisionero en las
calles de la Villa momentos antes.
Pocos momentos después y desembocando por las calles del Refugio, se vio
avanzar un numeroso grupo de soldados federales pertenecientes al Batallón
Guerrero, que ocupando las dos aceras de las calles, se dirigía con rumbo a la
calle de San Antonio continuando de las del Refugio. Tras de los soldados del
Guerrero, venía otro grupo numeroso de tropas perteneciente al 9° Regimiento.
Todo el trayecto recorrido por los
soldados, dentro de la población, fue para estos un triunfo; pues fueron
ruidosamente ovacionados por los numerosos vecinos que presenciaban este
desfile, en tanto que los aguerridos federales con una sonrisa o con una
palabra, agradecían estas muestras de simpatía.
Pocos momentos después, llegaban a la Villa todos los rumores
característicos de un combate reñidísimo, que media hora después se resolvería
en un triunfo para los federales.
El combate se desarrolló dela siguiente
manera:
El convoy militar compuesto de siete trenes,
tuvo que suspender su marcha de avance, en la Estación de San Gerónimo, debido
a que el puente que se encuentra en aquella Estación, estaba quemado. Los
rebeldes, posesionados de los cerros conocidos con el nombre de San Ramón, La
Virgen, y el Muerto, comenzaron a tirotear a los trenes, pero como el único
elemento de guerra de que disponen sus rifles mausser y muchos de otras marcas malas, el efecto de
sus tiros era nulo, no haciéndose caso de este ataque y continuando la marcha
hacia adelante después de reparado el puente. Mientras tanto, la caballería que
seguía la marcha del tren por el camino carretero, tomaba el derrotero del Mezquital, con objeto
de desalojar a los rebeldes de las posiciones que tenían por el rumbo de la
mina de la Cantera. Más adelante, el convoy fue nuevamente tiroteado y como la
posición de los trenes en vista del avance efectuado era más cercana, el fuego
de los rebeldes era más efectivo también. Entonces con el cañón conocido con el
nombre de “El Niño”, se les hizo un disparo que bastó para desalojarlos
momentáneamente de las posiciones de los cerros. Siguió el avance de los
trenes, continuando el ataque de los rebeldes y haciéndose otra descarga de
cañón que los desalojó nuevamente. Entonces se destacó un grupo de soldados
pertenecientes al Batallón de ferrocarrileros que avanzó por la falda del
cerro, tratando de posesionarse de la cumbre del de la Virgen, protegiéndose
este avance con una descarga de cañón hacha con “El Niño.” Mientras tanto los
ferrocarrileros pudieron alcanzar la cumbre de los cerros, siendo pocas las
descargas que tuvieron que hacer para desalojar y dispersar completamente a los
rebeldes. La impresión que en la Villa causó el disparo último de artillería y
que fue el más cercano, fue parecida a la que se debe de experimentar al oírse
cerrar de un golpe todas las puertas de las casas y quebrarse todos los vidrios
de las ventanas.
Momentos antes de este movimiento de los
ferrocarrileros, el combate por el rumbo de la Cantera fue muy reñido y puede asegurarse
que por el nutrido del tiroteo, que en el ataque a esta ciudad no llegó a ser
igual en ningún momento. La infantería protegida por el fuego de las
ametralladoras y la caballería flanqueando las posiciones de los rebeldes,
hicieron que en un momento, poco más o menos veinticinco minutos, se resolviera
en un triunfo para las tropas federales, no escuchándose ya ninguna detonación.
El regreso de las tropas a la Villa.
Los ferrocarrileros, después de haber desalojado a los rebeldes de sus
posiciones, se incorporaron desde luego a la columna. Los soldados del Batallón
Guerrero y los del 9° Regimiento que entraron por las principales calles de la
Villa, fueron de nuevo objeto de manifestaciones de simpatía, viéndose por
todas partes a los soldados recibiendo de manos de los vecinos, entre ellos a
las pollas más bonitas que encierra el pueblito, cigarros, pan, leche y agua
que tomaban con la satisfacción y el gusto natural, después de un descanso tan
necesario como merecido.
Las bajas.
Respecto de las bajas que de una y otra
parte hubo en este combate, se puede decir que la peor parte la llevaron los
rebeldes pues, los federales solo tuvieron dos muertos y cinco heridos,
teniendo los rebeldes numerosas bajas que realmente no se pueden calcular,
pudiendo decir solamente que fueron muchos los objetos que se les recogieron,
entre ellos, rifles, chaparreras, espuelas, sombreros y más de 25 caballos;
además se les recogió uno de los cañones que de esta ciudad se llevaron.
La noticia en esta ciudad.
Puede decirse que hasta que se vio a los
rebeldes pasar por los lomeríos que circundan a la ciudad y por algunas calles,
en desaforara carrera, se supuso la mayoría de la población la proximidad de
los federales, aparte de que el ultimo cañonazo fue oído por algunas personas
que se supusieron la presencia cercana de ellos.
Era grande el regocijo que se notaba en
los rostros de todos y todo se volvía comentarios. Con motivo de que la ciudad cuando
menos por esa noche quedaba sin resguardo, pues mal que bien los rebeldes en
cuanto pudieron, mantuvieron el orden, se formó una policía que vigiló la
ciudad toda la noche.
Al día siguiente.
El día amaneció hermoso. Por todas las
calles circulaba la multitud ansiosa de presenciar la entrada de las tropas
federales. En la estación se había congregado una gran muchedumbre en la
creencia que la columna haría su entrada por la vía del ferrocarril, pero a las
ocho de la mañana por la calle de Arriba, se vio entrar a las avanzadas de la
columna con el Mayor Moreno al frente. Seguían después el Batallón Guerrero, el
Batallón de Ferrocarrileros, cuatro automóviles de la columna viniendo en el
primero el señor General Delgado con su Estado Mayor y el señor General
Brigadier Emilio E. Campa, que tanto se distinguió en la campaña del Norte en contra del Gobierno de Madero. En los
restantes venían los oficiales del Estado Mayor y principales de la columna así
como también una brigada de la Cruz Blanca, entre cuyos miembros vienen
nuestros paisanos José Castro, Joel Luévano y Dr. Jesús Arroyo, todos alumnos
de la Escuela Nacional de Medicina.
Seguían después las secciones las secciones de artillería y
ametralladoras, y por último, el 9° Regimiento.
Todas las calles que recorrió la columna
estaban henchidas de gente, presentando igual aspecto los balcones de las casas,
partiendo de todas partes nutridos aplausos y vivas a los federales
arrojándoles flores a su paso.
La columna así formada recorrió las calles
de arriba, Avenida González Ortega, Mercado y Plaza de Armas, tomando después
los distintos grupos de que está formada, los rumbos de los cuarteles que hay
en la ciudad, en donde tomaron alojamiento.
-.-.-.-.-
Del periódico “Libertad”, diario
independiente, político y de información. Núm. 31 Zac., martes 16 de junio de
1914. Director, Salvador Gándara.
Más de 2,500 Muertos Tuvieron los Traidores En El Asalto a la Heroica
Plaza de Zac.
El Número de Heridos es incalculable, --
Todos los Días se Recogen en las que Fueron sus Posiciones, Grandes cantidades
de Pertrechos de Guerra. -- Solamente en uno de los Ataques Murieron
Seiscientos Bandidos.
El comportamiento de la Tropa, Siempre
Abnegada, y de la Oficialidad, ha Fijado un Precedente de Bravura y Valentía.
En su precipitada fuga, no se detuvieron
ni en la Plaza de Fresnillo. – Los traidores del Norte confiesan su vergonzosa
derrota.- El feroz cabecilla Tomas Urbina fue sepultado en la Plaza de
Guadalupe.
A pesar de nuestra promesa que a los
queridos lectores de “Libertad” hicimos ayer de dar hoy una reseña completa de
todo lo acontecido en la plaza de Zacatecas durante los ocho días de rudos
combates, no vamos a poder complacer a nuestro público sino en parte, pues si
bien se sabe ya, poco más o menos cuales fueron los principales
acontecimientos, en cambio no se tiene todavía las partes oficiales de cada
jefe, correspondiente a su retén, únicos que pueden alejar de nuestra
información cualquier falsedad involuntaria en que podamos incurrir. Pero a
pesar de todo, nuestros reporteros estuvieron requiriendo ayer y hoy en la
mañana de todos los sectores y puestos avanzados, los siguientes combates.
La toma de Guadalupe.
A las seis y media de la mañana del día
10 de los corrientes, las avanzadas del cuartel del 90° Regimiento, que hacía
pocos días se había instalado en el
cercano pueblo de Guadalupe, dieron cuenta al Jefe de la guarnición de que por
el rumbo de Rio Tinto se habían avistado una gran cantidad de individuos, que
luego fueron identificados por rebeldes carrancistas, al hacer una descarga
cerrada sobre las avanzadas. El Coronel
Soberanes, valiente Jefe del citado cuerpo, con mucha calma comunicó a este
Cuartel General la novedad que su guarnición tenia, ofreciendo batir desde
luego a los alzados. Pero apenas había comunicado esto a la Superioridad cuando
una lluvia de balas de los forajidos hicieron saber que el grueso de los
rebeldes se hallaba a las puertas de Guadalupe.
La guarnición con que contaba el 90°, si
bien no era numerosa, resistió con todo denuedo los ataques de los alzados
rechazándolos constantemente, ya no solo por el rumbo de Rio Tinto, sino sobre
todos los que circundan la ciudad y bien pronto pudo apreciarse que cuatro a
cinco mil facinerosos perfectamente armados y pertrechados trataban de copar la
reducida guarnición del 90° Regimiento.
El cuartel General ordeno que
inmediatamente salieran fuerzas a batir al enemigo, protegiendo con la
artillería de la Bufa la defensa de estas, pero de todos modos, ante la furia
de cinco mil bandidos, los valerosos soldados del 90 se reconcentraron a esta
ciudad, debidamente protegidos por la artillería del tren explorador, al mando
del Teniente Coronel Romero, de los cañones de la Bufa y del puesto avanzado de
Bolsas. A la oportuna intervención de la artillería se debió que la gente que
guarnecía Guadalupe no sufriera el rigor de las balas enemigas, y al fin
entraron al poblado haciendo, como de costumbre, toda clase de fechorías y
horribles atentados. Al evacuar el Coronel Soberanes esa plaza, invito a las
familias que quisieran reconcentrarse a Zacatecas, en previsión de los salvajes
crímenes de los “constitucionalistas” cometen siempre, y algunas de ellas
aceptaron salir con la heroica guarnición.
La Bufa defendida como fue, resuelta inexpugnable.
Obra de titanes seria en estos momentos
poder señalar con exactitud la hora y efecto de cada uno de los ataques que se
sufrieron en los retenes y puestos avanzados, y así, como ya lo dijimos al
principio, vamos a relatar sucintamente lo que sabemos hasta ahora, y después
rectificaremos o ratificaremos, amplio también.
La Bufa, como el cerro del Grillo, fueron
las principales posiciones atacadas, como que ellas han sido justamente
consideradas las llaves de la ciudad, y a ellas dirigían sus más tremendos
asaltos los rebeldes.
Desde el día diez se acercaron a estas posiciones verdaderos hormigueros de
alzados y con una furia sin igual atacaron por los rumbos todos que ellos
creyeron más débiles. Si en la Bufa no pasó, como en las Termopilas, que se
nublara el cielo por los millones de flechas arrojados por los combatientes, si
estuvo a punto de nublarse de balas. Tal fue la furia infernal con que se
combatió en la ciudad animaba a las huestes de criminales.
Pero si bien es cierto que como olas
humanas se acercaban a las posiciones los enemigos, también lo es que el
pudoroso y valiente Coronel Altamirano, hábilmente secundado por el notable
artillero, el Mayor Flores, por su digno compañero el Teniente Alejandro
Chavarría, y por otros muchos valientes oficiales, gloria de nuestro ejército,
cuyos nombres hemos de publicar oportunamente, rechazaron siempre a los
bandidos, haciéndoles una cantidad de muertos enorme.
Más de mil muertos hechos por los defensores de la Bufa.
No es aventurado asegurar, y así lo
aseguramos, que solo la defensa de la Bufa causo al enemigo más de mil bajas entre
muertos y heridos que a estas fechas se hallan ya en estado de putrefacción.
Los federales que se acercaron temerariamente a las posiciones contrarias,
pudieron apercibirse de los efectos de los efectos de nuestras balas, pues el
campo estaba totalmente cubierto de cadáveres que estorbaban a los atacantes en
sus evoluciones ya pesar de los esfuerzos que hicieron para llevarlos consigo,
solo lograron conducir una pequeña cantidad de heridos. – pequeña si se tiene
en cuenta que la mayoría quedó en el campo, soportando el mortífero fuego de
nuestras posiciones.
En estos ataques a las posiciones de la
Bufa toco en suerte dejar fuera de combate a los cabecillas Pedro Caloca,
Martín Triana y Tomas Urbina, cuyos funerales se efectuaron suntuosamente en la
cercana población de Guadalupe, según confesión de ellos mismos y conforme al
testimonio irrefutable de honorables personas de la localidad.
La muerte de Tomas Urbina, al decir del
dueño de la botica donde se le llevó, no fue inmediata, pues en ella se le hizo
una ligera curación, que de nada sirvió para salvar a ese feroz cabecilla.
.-.-.-.-.
El informe de León Canova.
Robert E. Quirk en su libro “Como se
salvó Eduardo Iturbe”, publicado en el año 2012, nos dice sobre cierta
correspondencia que León Canova, le mando al Departamento de Estado de
Washington, y nos lo dice de la siguiente manera: “… un día en que, estudiando
la convención revolucionaria de Aguascalientes, encontré, entre los papeles
particulares de don Roque González Garza, una carta que le escribió León
Canova, agente especial del Departamento de Estado Norteamericano en México,
con fecha 25 de enero de 1915, en ella le cuenta a su modo, el papel que ha
desempeñado en la rápida y secreta evasión de Eduardo Iturbide, de México a los
Estados Unidos a través del Ro Bravo, etc., y continua más adelante: Interesado
por la personalidad de Canova, decidí estudiar a este personaje, y aproveche
para ello la temporada de trabajo que pase en Washington en el verano de 1954.
Me puse a examinar los papeles del Departamento de Estado que se guardan en el
Archivo de la Nación (The National Archives), y me encontré con gran cantidad
de informes enviados al Departamento de Estado por Canova y por otros agentes
de gobierno norteamericano, etc.”[1]
Por los años de 1914 era embajador de
los Estados Unidos en México el tristemente célebre Henry Lane Wilson, y
Presidente Willian Howard Taft,[2]
Y el secretario de Estado Willian
Jenning Bryan. Bajo la categoría de agentes ejecutivos especiales en México, se
acostumbraban aquellas personas cuya misión requería su permanencia en el país
durante periodos considerables de tiempo. Así, George C. Corothers, León J.
Canova, John P. Silliman y John W. Beit, fueron agentes especiales durante la
administración Wilsoniana. Otros agentes importantes en México durante los años
críticos 1913 – 1915 fueron: Willian Boyard Hale, Reginaldo del Valle, John
Lind, James Keys, Paul Fuller, H. L. Hall, y Duval West.[3]
En abril de 2007 llego a Zacatecas el historiador Adolfo Gilly
(Adolfo Atilio Malvagni Gilly) (n. Buenos Aires, Argentina, 1928, naturalizado
mexicano en 1982) es un Profesor de Historia y ciencia política de la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales de la UINAM. Colabora para el periódico de La
Jornada, sobre el tema de la globalización y el movimiento zapatista de
Chiapas. El Dr. Gilly ha escrito numerosos libros sobre la historia y la
política de México y Latinoamérica.
Actualmente vive en Coyoacán,
Ciudad de México. En 1994 obtuvo su doctorado en Estudios Latinoamericanos en
la UNAM bajo la dirección del Dr. Octavio Rodríguez Araujo. Su tesis de
doctorado fue terminada en 1993 y lleva el título de "El cardenismo: Una
utopía mexicana". Al año siguiente el Dr. Gilly publicó su tesis de
doctorado bajo el mismo nombre. Ha sido profesor visitante en varias
universidades de los Estados Unidos incluyendo University of California,
Berkeley, Stanford University, Univesrity of Chicago, University of Maryland,
Columbia University, y Yale University.
Y reportándose en el Archivo Histórico
del Estado de Zacatecas, al cual fue a consultar sobre la Batalla de Zacatecas,
le dio al entonces Director del Archivo Histórico, el Lic. Juan Valenciano
Rojas, una información que se publicó en el Pregonero en tres partes,[4]
y Juan Valenciano Rojas me dio copia del Informe que dice así:
“Zacatecas- Informe de León
Canova al Departament of State. (Las partes entre corchetes en verde
corresponden a corchetes marcados a pluma por el funcionario lector del informe
en el Departamento de Estado. Para explicación de su posible sentido, ver al
final el escueto comentario del Secretario Bryan). Traducido por: Adolfo Gilly. Zacatecas,
México, 4 de agosto de 1914. Honorable
Willian Jenning Bryan. Secretario de Estado. Washington, D. C.”
En el pregonero sacaron esta nota que
agradece la gentileza del doctor Adolfo Gilly, destacado historiador mexicano,
por haberle proporcionado el informe que hace León Canova al Departamento de
los Estados Unidos de Norteamérica, acerca de la Toma de Zacatecas,
recientemente desclasificado en los archivos de seguridad nacional de
Washington, recuperado en su versión original y trascrito por el mismo doctor
Gilly y hasta ahora inédito.
En el informe completo se tienen varios
artículos: El primer ataque sobre Zacatecas, El segundo ataque sobre Zacatecas,
Zacatecas tomada, Infierno a plena luz, La mañana después, La voladura del
Palacio Federal, Una espléndida victoria prostituida, Despojo total de
propiedad, Miguel Macedo, El general Tomas Domínguez, y La devoción religiosa
en dificultades.
El primer ataque sobre Zacatecas.
El viernes 10 de junio, a eso del
mediodía, las fuerzas del general Natera iniciaron el ataque sobre la ciudad de
Zacatecas, sobre la cual durante varios días venían avanzando y tomando las
guarniciones federales de los pueblos al norte de la ciudad. El ataque comenzó
desde el Norte, del lado de Veta Grande; desde el Este, del lado de San Martin;
y desde el sur, el lado de Guadalupe. Los constitucionalistas capturaron Guadalupe
después de algunas horas de combate, y las fuerzas federales huyeron desde ese
pequeño pueblo a Zacatecas, llevando consigo los tranvías y trasportes cargados
de muertos y heridos. Llegaron a Zacatecas a eso de las 2 pm, y a esas horas
los enfermeros de la Cruz Roja estaban muy ocupados trasladando los heridos de
os cerros fortificados. La Bufa y el Grillo. Desde esta hora hasta las 5 pm el
rugido del cañón fue incesante, y los
disparos de mausser como si fuera un continuo desgarrarse
De
ropas, mientras la ciudad se agazapaba en el valle tras una lluvia de balas.
Durante esa tarde cierta cantidad de no combatientes murieron en las calles. A
las 5 pm la infantería federal desmontó a los cañones constitucionalistas, que
habían sido colocados en el cerro de la mina San Martin, al este. Durante la
tarde varias granadas constitucionalistas cayeron en la ciudad sembrando
confusión y matando varias personas.
Entre las 4 y las 7 hubo algunos severos
combates en la altura conocida como El Refugio, al oeste de la ciudad, justo
detrás de la estación de ferrocarril, y en varias ocasiones las fuerzas
atacantes llegaron muy cerca, pero cada vez fueron rechazadas con pesadas
pérdidas.
Durante toda la noche del miércoles las
fuerzas federales fueron amenazadas desde todos los puntos del círculo, con la
evidente idea de no darles ocasión de descansar y de agotar sus municiones.
El jueves a la mañana, 11 de junio, se reanudó la lucha con vigor y los constitucionalistas capturaron el cerro
de Santa Clara casi al mediodía, con fuertes pérdidas en ambos bandos. Santa
Clara esta al noreste de la Bufa, y unas
dos millas al este del Grillo. Durante la tarde el personal de la Cruz Blanca,
que trabajaba en el socorro de los heridos y los llevaba a lugares seguros, fue
balaceado tan insistentemente por los constitucionalistas que tuvieron que
limitar sus operaciones. Hicieron dos intentos de bajar a la hacienda de la
Florida, con bandera blanca, para traer algunos heridos de ese lugar, que está
a una media milla de Guadalupe. Cada vez tuvieron que retroceder por el fuego
constitucionalista, y más tarde, durante una pausa en el combate, el Doctor F.
W. Traube, un médico estadunidense, arriesgando la vida salió hasta la Florida
en su carro y trajo algunos de los heridos.
Esa noche se soltó el pandemonio alrededor de las 9.30, cuando la
oscuridad de la noche fue iluminada por los incesantes fogonazos del cañón y el
fuego de más de diez mil máuser. El ruido era ensordecedor, mientras las suaves
brisas nocturnas llevaban nubes del ácido humo al valle en el cual anida la
ciudad. El gran faro buscador sobre la Bufa mantuvo su brillante ojo único
barriendo el campo, señalando a las fuerzas constitucionalistas que avanzaban,
sobre las cuales se centraba de inmediato todo el fuego federal. Las pérdidas
de Natera esa noche, en el ataque que mantuvo hasta las 3 am, fueron terribles,
mientras los federales pagaron un fuerte tributo de muertos. Como los
constitucionalistas llegaron a escalar esas alturas, ante el fuego que los
barría, es realmente maravilloso y es un alto tributo a su valor.
La mañana del viernes mostro a las laderas como una morgue al aire
libre, donde los cadáveres estaban desparramados en profusión y en pilas. Esa
mañana se inició con una brillante promesa para los defensores de la ciudad,
dadas las noticias de que las fuerzas del general Argumedo, unos 2,000 hombres,
habían llegado a Soledad, a unas 35 millas de distancia, y se apresuran para
unirse con las del general Vivanco, de unos 750 hombres, que estaban en
Ojocaliente, a unas 17 millas al sur de aquí, y mitad de camino de soledad. La
idea de estas fuerzas era llegar a Guadalupe por sorpresa y flanquear a los
constitucionalistas.
El general Trinidad Cervantes de las
fuerzas constitucionalistas, corrieron hacia Palmira, una estación de
Ferrocarril unas 17 millas al sur, para interceptar a Argumedo. Pero este,
yéndose hacia Ojocaliente, a unas 8 millas al este de Palmira, aludió a
cervantes.
El sábado 13 de junio los combates no
fueron tan terribles, pero cuando cayeron las sombras de la noche, se renovaron
con desesperada determinación por parte de Natera, y lo único que mantuvo la
moral de los federales fue el saber que nuevos refuerzos se precipitaban hacia
ellos. Una fuerte tormenta pluvial había ocurrido al anochecer y espesos bancos
de nubes negras hacían que esa noche fuera excepcionalmente obscura. Durante la
noche las fuerzas atacantes pasaron entre los puntos fortificados al oeste y
llegaron a la estación de ferrocarril, donde hubo combate cuerpo a cuerpo, como
también sucedió en varios otros puntos en esa parte de la ciudad. Los federales
combatieron con valor y barriendo a los invasores de las calles. Cantidad de
simpatizantes constitucionalista dispararon como francotiradores desde los
techos de las casas, pero los federales rápidamente detuvieron esta acción
ejecutando sumariamente a los culpables. En una casa capturaron a cinco hombres
y una mujer – prácticamente una niña-, todos ellos atareados en derribar
federales, y los seis fueron fusilados de inmediato.
El domingo a la mañana el general Median
Barrón, al mando de las fuerzas federales, estaba contento pues había resistido
a los ataques más perversos y esperaba que Argumedo y Vivanco llegaran a
Guadalupe hacia la 1 pm. Tenía una gran columna de caballería preparada para
sumarse a estas fuerzas si fuese necesario, pero no fue utilizada. Cuando
Argumedo y Vivanco entraron a Guadalupe, vestido exactamente igual que las
fuerzas de Natera, estos creyeron que eran sus propias fuerzas, y cuando se
lanzó el “Quien vive”, ellos contestaron “Natera”, y entonces estallo el
zafarrancho en Guadalupe. Los constitucionalistas fueron dispersados como
conejos, tomados completamente por sorpresa. El mismo Natera estaba en
Guadalupe y voló de allí como hojarasca llevada por el viento. Los cadáveres de
hombres de Natera quedaron desparramados por las calles y caminos que salen de
Guadalupe. Caballos, municiones y alrededor de veinte prisioneros llegaron a
Zacatecas alrededor de las 5 pm. Entretanto, sin embargo, simultáneamente con
la llegada a Guadalupe de Argumedo y Vivanco, una columna de federales avanzo
contra los constitucionalistas en San Martin, obligándolos a retirarse, cuando
la artillería de El Grillo y La Bufa abrió fuego sobre ellos, y los puso en desbande completo escurriéndose
por los cerros hacia el norte.
Las campanas de las iglesias sonaron, la
ciudad se entregó al festejo y las
bandas empezaron a tocar. La tensión había pasado.
La estimación de las bajas fue de
400 muertos y unos 800 heridos, mientras se estima que las pérdidas de Natera
fueron de unos 1,500 muertos.
La defensa de Zacatecas conto con alrededor de
7,000 hombres, ayudados por los 2,750 bajo Argumedo y Vivanco, mientras se dice
que Natera tenía solo unos 6,000 hombres.
-.-.-.
Lo que nos dice Manuel Martínez y García:
“Como preliminar de esta “batalla” se debe
tener el asalto intentado por las fuerzas de la llamada “División del Centro”
al mando del jefe rebelde Pánfilo Natera, la cual el dia 14 de junio fue
completamente envuelta y derrotada en la Villa de Guadalupe por las irregulares
al mando de los Generales Argumedo, Salazar y Caraveo. La acción no paso de una
escaramuza sangrienta en la que los rebeldes abandonaron impedimenta,
prisioneros y pertrechos después de intentar una resistencia que no se
compadecía con la fama de invencibles de que el vulgo los había adornado”.[5]
-.-.-.-.-.
Felipe Ángeles.
Descripción tomada del Diario del Gral. Felipe Ángeles.
Día 24 de junio.[6]
A la mañana
siguiente, entramos en Zacatecas, visitando el campo de batalla por el lado de
la Bufa, en verdaderos nidos de águilas se había hecho fuerte el enemigo.
Pocos muertos había
por ahí, pero casi todos, estaban atrozmente heridos y sus actitudes revelaban
una agonía dolorosa.
Buscamos como
botín, los útiles de zapa y el material y municiones de artillería.
Con vigilantes, asegurábamos la posesión de las cosas que
íbamos hallando, mientras mandábamos tropas a recogerlas.
Dentro de la ciudad había muchos más muertos con las heridas
invariablemente en la cabeza.
La acumulación de nuestros soldados hacía por todas partes
intransitables las calles de la ciudad. Los escombros de la Jefatura de Armas,
obstruían las calles circunvecinas. Según decían en la ciudad, familias enteras
perecieron en el derrumbe de ese edificio, hacho por los federales, no sé con
qué propósito.
Tanta era la tropa, que Cervantes no pudo encontrar
alojamiento para a artillería y decidí ir a buscarlo en la dirección de
Aguascalientes, en Guadalupe o más allá, cerca de la laguna de Pedernillo
(Pedernalillo), cuyo espejo vimos desde que por primera vez subimos al cerro
alto de Vetagrande.
¡¡ Oh, el camino de Zacatecas a Guadalupe!!
Una ternura infinita me oprimía el corazón. Lo que la
víspera me causo tanto regocijo, como indicio inequívoco de triunfo, ahora me
conmovía hondamente.
Los siete kilómetros de carretera entre Zacatecas y
Guadalupe y las regiones próximas, de uno y otro lado de esa carretera, estaban
llenas de cadáveres, al grado de imposibilitar al principio el tránsito de
carruajes. Los cadáveres allí tendidos eran, por lo menos, los ocho decimos de
los federales muertos el día anterior en todo el campo de batalla.
Los caballos muertos ya no tenían monturas, ni bridas, y los
soldados, ni armas, ni tocado, ni calzado, y muchos, ni aun ropa exterior.
Por la calidad de prendas interiores del vestido, muchos de
los muertos revelaban haber sido oficiales.
Gracias a la fría temperatura de zacatecas, los cadáveres
aun no apestaban, y se podían observar sin repugnancia.
Todos los caballos estaban inflados por los gases, con los
remos rígidos y separados. En los soldados, aunque ya habían sido movidos al
despojarlos de sus zapatos y ropa exterior, había infinidad de actitudes y de
expresiones, quienes habían muerto plácidamente y solo parecían dormir; quienes
guardaban actitud desesperada y la mueca del dolor y del espanto.
¡Y pensar que la mayor parte de esos muertos fueron
recogidos de leva por ser enemigos de Huerta y por consiguiente amigos
nuestros! ¡Y pensar que algunos de ellos eran mis amigos, que la inercia del
rebaño mantuvo del lado de la injusticia!
En Guadalupe, (como en Zacatecas), los vecinos estaban
amedrentados. ¿Sus propiedades serian respetadas? Está bien: decían: que
aprovechen los soldados lo que tengo, para eso es, pero que respeten mi vida,
la de mi esposa y la de mis hijos.
Una señora en un parto prematuro, había muerto de espanto.
Y todos pedían salvo – conductos, y todos se disputaban el
honor de invitar a comer a los jefes principales, para que tuvieran garantías.
La guerra, para nosotros los oficiales llena de encantos, producía infinidad de
penas y desgracias, paro cada quien debe verla según su oficio. Lo que para
unos es una calamidad, para los otros es un arte grandioso.
En la mina de la Fe me aloje con el Estado Mayor, la tropa
quedó en Guadalupe.
Muy agradecidos quedamos de la hospitalidad bien dispuesta
que nos dieron los señores Noble.
Guadalupe, Zac., 29 de Mayo de 2014.
[1]
Quirk, Robert E., “Como se salvó Iturbe”, Año 2012, pág. 40. También publico:
“La revolución mexicana 1914-1915, La convención de Aguascalientes, editorial:
Azteca, Primera edición 1962.
[2]
Hoyo, Eugenio del, Historia de México, conversaciones con don Eugenio del Hoyo.
Presentación Guillermo Zambrano. Primera reimpresión 2004. Pág. 360. Woodrow Wilson era Presidente de los Estados Unidos, en el año de la Batalla de Zacatecas en 1914.
[3]
Strauss Neuman, Martha, “La misión confidencial de John Lind en México. UNAM.
2006. Pág. 1.
[4] El Pregonero de
la Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas. Órgano de
difusión del Archivo Histórico del Estado. Segunda época, año 4, Zacatecas.
México, marzo de 2007, Núm. 24. Primera parte. Abril de 2007, Núm. 25. Segunda
parte. Mayo del 2007, Núm. 26. Tercera parte.
“La Toma de Zacatecas”. Zacatecas.
[5]
Martínez y García, Manuel. Reminiscencias Históricas Zacatecanas. La Batalla de
Zacatecas. Segunda edición. Tipografía
Literaria.- Zacatecas, Mex. 1922. Pág. 7.
[6]
Batalla de Zacatecas, LXXV. 1914 – 1989. Versiones sobre la Batalla de
Zacatecas. Publicaciones del H. Ayuntamiento 1989 – 1992.Dirigido y Glosado
por: Prof. Roberto Ramos Dávila. Págs. 68 – 70.
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